Tenemos la experiencia de preparar la tierra, cavar, hacer los surcos, ver como el agua llega a todos lados guiados por un barquito inventado con un tronquito, sembrar, ver crecer, desmalezar, cuidar y cosechar, guardar las semillas, volver a sembrar… disfrutar la vida. Hemos visto crecer lechugas, brócolis, tomates, acelgas, rúculas, papas, zanahorias, betarragas…
Guardamos semillas, hasta ahora de habas y flores, zinnias y caléndulas, la favorita de las abejas.
Tenemos nuestra compostera, diariamente la alimentamos de los desechos orgánicos.
No cabe duda: las plantas influyen de forma positiva en nuestro estado de ánimo y nuestra concentración, en el aprendizaje y en el bienestar general.
El motivo de estos efectos benéficos sobre el ser humano, sobre los que todavía no se sabe mucho, quizás deba buscar atrás en el tiempo y acaso esté relacionado con el hecho de saber de forma inconsciente que sin las plantas nuestra especie no podría vivir. La calma que nos embarga en su compañía es quizás el eco de una conciencia ancestral que nos dice que en ellas residen todo lo que necesitamos y todas nuestras posibilidades de supervivencia. Hoy como antaño.
Stefano Mancuso y Alessandra Viola, 2015
Cuidamos nuestro planeta, cuidamos lo que tenemos, reparamos, reutilizamos, reducimos, reciclamos y embellecemos.